Sí, como en las ferias
antiguas, vuelven nuestros Ramonet políticos
a sus subastas: “muñequita por aquí, mantica por allá; ¡dos al precio de una!”.
Huelen las urnas. Con ellas,
el vaho de los adversarios en la nuca y la adrenalina propia. Y, lo que es peor,
la sangre de los votantes, que ahora es mala. ¡Manos a las carteras!
El
Partido Popular y el Socialista
Rajoy y
sus gentes lo tienen mal por mucho que malprometan.
Es el único partido relevante, junto con UP y D, que no ha renovado aún sus
caras y eso le pasará una factura tan enorme como de incalculables
consecuencias.
Para comprobarlo solo hay
que palpar la decepción y desesperanza que han originado a sus votantes y mirar
a los juzgados; lo que ya ha salido y lo que queda, que es mayor.
Por cansino, es aburrido
incidir en los despropósitos de su gobierno.
Pedro
Sánchez, tras la perdición heredada, anda lanzando mensajes a
diestro y siniestro para recuperar el voto perdido. El fenómeno Podemos amenaza
con agrandar aún más el boquete por su babor, impidiéndole recuperar algunos
millones de votantes que se quedaron en casa u optaron por IU en las pasadas
elecciones generales, que pasó de dos a nueve diputados con el novedoso
liderato de Cayo Lara y ahora dará paso a Alberto Garzón. Y, por su estribor, trata de centrar algunos aspectos de su
discurso consciente de que podría aspirar a recoger un millón largo de votos
centristas, algunas estimaciones lo cuantifican en dos millones, que
optaron por el PP como clavo ardiendo ante la ruina que dejó el infumable Zapatero.
Pero lo tiene crudo. Por
eso, lanza hacia su izquierda como un mantra el hallazgo que le han puesto a
huevo Iglesias y los suyos con aquello de que no son ni de izquierdas ni de
derechas, huyendo de la etiqueta populista bananera que les acompaña con cierta
base desde sus orígenes; señalando que antes decían que eran comunistas,
después y en ciertos círculos de centro y ahora proclaman que socialdemócratas.
Solo tendría posibilidades
reales de recuperar los tres millones de votos que precisa para gobernar,
alcanzando un treinta y tantos por ciento de papeletas en las urnas, si fuera
capaz de fijar algunas ideas muy claras respecto a los tres asuntos básicos que
preocupan a los ciudadanos: la corrupción, el paro y la economía y su idea de
España.
Respecto a lo primero tendrá
una prueba de fuego en Andalucía. Deberá ser capaz, con la anuencia de Susana Díaz, de lidiar con
determinación el morlaco que la admirable jueza Alaya le ha echado a su partido con los escándalos de los ERE y la
formación, donde dos ilustres personajes como Chaves y Griñán serán
determinantes.
En economía deberá imaginar
medidas eficaces que reactiven el mercado laboral sin aumentar la deuda del
Estado ni los impuestos para cubrir el desfase del déficit público, incidiendo
en medidas fiscales y laborales valientes que favorezcan a las PYME y a los autónomos;
las fábricas reales de puestos de trabajo. Ideas hay muchas. Debería
preguntarles a ellos y no solo a los representantes de las grandes empresas –
esas del eufemismo de la marca España – y a las multinacionales extranjeras. Es
decir, lo contrario de lo que ha hecho Rajoy.
En cuanto a su idea de
nación lo tiene mal con sus desmarcadas franquicias catalanas –determinante- y vasca. Ha de ser valiente también aquí. Lo del ambiguo e
inexplicado federalismo a secas vende poco.
Podemos
Conscientes de que su masa
de votantes tendría un techo limitado con sus propuestas iniciales, en torno a
los tres o cuatro millones como mucho: los dos tradicionales de IU y otros
tantos de la izquierda socialista y de cierto voto emergente juvenil; intentan ocasionalmente centrar su discurso
para atraer a los antiguos votantes socialistas y centristas decepcionados del
bipartidismo. Su dificultad vendrá por la perplejidad de los votantes
claramente de izquierdas que al principio nutrieron sus círculos.
El
mercado
Hay 36 millones de votantes
de los que ejercen entre 25 y 27. De ellos, 12 son el suelo electoral conjunto de
socialistas y populares; otros 3 de comunistas, extrema izquierda y similares;
3 más de opciones que podríamos denominar centristas – UpyD y Cs-; 2 de nacionalistas periféricos, CIU, ER y PNV
básicamente, y otras opciones irrelevantes. Y la madre del cordero estará en los cinco, seis o siete millones de
personas moderadas sin ideología concreta y abstencionistas, que son
quienes dan las mayorías minoritarias para gobernar porque lo normal es que se
repartan relativamente; o las mayorías absolutas en casos excepcionales, de las
que solo han disfrutado González, Aznar y Rajoy.
A
día de hoy, olviden su esperanza los peperos.
La pena son sus desamparados
votantes de buena voluntad, que los hay y muchos sin ser forofos.
Porque
en España las elecciones no se ganan, se pierden. Las perdió la UCD de Suárez y
Calvo Sotelo por su descomposición; las perdió el PSOE de González por
cansancio y la incipiente corrupción; las perdió el PP de Aznar y Rajoy por sus
clamorosos errores – sus dos últimos años de gobierno- y por el todavía enigmático 11M -; las
perdió el PSOE de Zapatero y Rubalcaba por su desastre de gestión; y las
perderá el PP de Rajoy por malos gobernantes y la lacra extendida de la
corrupción.
Salvo hecatombe o una
improbable e imprevista reacción de la derecha y del centro derecha patrio en
torno a un renovadísimo PP, o a cualquier otra opción que pudiera surgir, para
lo cual ya casi no queda tiempo; solo
Iglesias apoyado por Sánchez, o este apoyado por el PP o por aquel como mal
menor, optarán a presidente del gobierno. Para Rajoy o algún posible
candidato de su entorno es prácticamente imposible.
La clave, en todo caso,
estará en esos millones de electores señalados que cada día más se preguntan
entre amigos: ¿sí, sí, pero a quien votamos? Y añaden: si es que votamos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario