Dice Sacci que Ramos quiere
renovar pero que Pérez le ofrece
menos dinero. Y, de inmediato, sale el sevillano y asegura que nunca le ha
movido el dinero. Es fácil decirlo cuando se es rico.
Como también lo es besarse
el escudo de una camiseta en la efervescencia emocional de marcar un gol ante
miles de seguidores. O decir que siempre ha sido uno de tal equipo grande,
cuestión obligada, al firmar un contrato que te asegura la vejez a poco que
seas prudente en el gasto. Y decir que tal o cual buen futbolista nació para
jugar en el enorme equipo que presides, el Madrid fundamentalmente, como si sus
progenitores hubieran soñado en blanco al jugar al amor. En fin, el mundo del
fútbol está lleno de tópicos. Y va por rachas.
Como los que se ponen de
moda en boca de los voceros adecuados. Ocurrió hace unos años en el fútbol
español cuando se incorporaron muchos términos importados del lenguaje criollo;
argentino sobre todo. Aquello de ‘jugar por banda’, olvidando el artículo; o
del pivote y la manija, por decir algo, sustituyendo a lo del medio centro y el
organizador de juego, aún perviven en la lengua particular de demasiados
plumillas futboleros.
Ahora vivimos la explosión
de los hat-trick y las estrategias; toda jugada que parte de un balón parado es
pura estrategia para demasiados que imparten doctrina desde cualquier medio de
comunicación. Dos penas. Y digo tales porque seguramente los que huyen de los
tripletes, los tres en uno o, más fácil, los tres o tríos de goles en
castellano, jamás han leído a Shakespeare
en su idioma; como sería mi caso, aclaro. Ni, por supuesto, ningún manual de
estrategia en cualquiera de las ciencias en las que se estudia; y el fútbol no lo
es, ni por asomo.
Hace unas semanas le
pregunté a un comunicador que sí es periodista y que lleva toda su vida
profesional – más de cincuenta años – analizando y comentando fútbol que me
explicara qué es un ‘hat-trick’ de
estrategia. Y su respuesta fue la normal: “no tengo ni idea”. Resultaba que en un partido de tercera división
un futbolista había metido tres goles; uno de penalti, otro de falta directa y
un tercero de rebote tras un saque de esquina. Y, como ya he comentado alguna
vez, alguien había escrito en un periódico aquello de que fulanito había
conseguido lo que le preguntaba a mi amigo. En resumen, un ejemplo más de la
sarta de tópicos que nos asolan.
Harto de tanta tontuna,
confieso que paso la página cuando me encuentro con alguna de ellas en un
periódico, apago la radio o le quito el volumen a la tele, en su caso.
Lo mismo me ocurre cuando
encabezan cualquier entrevista con alguna de las afirmaciones que señalaba al
principio; directamente, no sigo leyendo. Hace tiempo que aprendí aquello de
que no estoy dispuesto a perder el tiempo escuchando o leyendo tonterías.
También dice el italiano
Sacci que espera que el Madrid marque el estilo de una época, tal y como antes
hicieron el Ajax, el Milán y el Barça en sus mejores años, pero se olvida que
lo mismo hicieron antes el Brasil de Pelé
o el propio Madrid de Di Stéfano. Estos equipos, como aquellos,
no solo jugaron bien un rato sino que reinaron años en el fútbol mundial
basándose en conceptos distintos pero también en lo mismo: el talento de sus
grandes futbolistas. Sin el aporte del fútbol total de Cruyff, los goles de Van
Basten o el inmenso genio de Messi,
ni Michels, ni el mismo Sacci, ni Guardiola, siendo buenos técnicos, hubieran
conseguido implantar su estilo y que perdurara durante años, que es lo difícil.
El Madrid de Cristiano puede serlo. Siempre
con buenos compañeros, claro.
Sin embargo, los actuales
‘doctores’ futboleros, en términos de calificaciones inglesas y de concienzudas simplificaciones estratégicas,
van camino de hacer época sin ninguna figura a su alcance, salvo su ramplona
ignorancia; por no usar el calificativo mayor y vulgar que ya les hemos
dedicado alguna vez desde este cornijal del periódico.
No ignoro que se puedan
ensayar mucho algunos movimientos y que en las escuelas de entrenadores les
llaman estrategia, pero repetir hasta la saciedad tal calificación en cualquier
jugada se llama de otra manera.
Hay muchos calificativos en
el idioma de Cervantes para
denominarles, como también para hablar de fútbol. A la riqueza de nuestro
idioma le sobran términos para ello.
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