Ya
teníamos ganas algunos de ver a un Real Madrid que hiciera honor a su
trayectoria. Y eso es lo que está haciendo desde que Ancelotti dio con la tecla de su mejor juego. Porque ahora sí se
sabe a lo que juegan los blancos. Y, además, con dos de sus mejores
características: la calidad y la garra.
Aunque
a mí personalmente me gustaría ver con más protagonismo a Isco y a Jesé, o a Morata, hay que reconocer que los que
salen al campo lo hacen con las cualidades antes mencionadas. El técnico
italiano prefiere a Di María en
lugar del malagueño cuando la exigencia de los partidos hace que Cristiano necesite un escudero que baje
a defender por su zona, caso del argentino, porque a él se le exigen otras
cosas. Y lo del galo Benzemá es otro
cantar. Es indiscutible su clase y el estado de gracia por el que atraviesa,
pero eso debe agradecerlo a la paciencia que ha tenido el club con él,
seguramente por ser un empeño personal del presidente Pérez. No recuerdo a ningún delantero centro que haya tenido sus
oportunidades durante varios años. A cualquier otro, de tener su mediocre
rendimiento hasta esta temporada, le hubieran largado sin más; casos de Negredo, Soldado o del propio Higuaín.
Y no es que esté comparando, que son tan diferentes que sería absurdo, pero sí
el puesto en el juegan y lo que cabe exigirle: el gol. En mi caso hubiese
preferido al madrileño, ahora en el Manchester City. Y tiempo tendrá de
demostrarlo en el próximo mundial, en el que será de la partida salvo
contratiempos físicos.
Este
Real sí es real porque el italiano flemático le ha dotado, además, de ese
señorío que nunca debió perder. Y han sido tres largos años de hacer el ridículo
fuera de los terrenos de juego con quien nunca supo en realidad dónde estaba. Aquel
malandro lusitano, con la aquiescencia ‘tanqrediana’ de su desbordado
presidente Pérez., más atento a sus negocietes palqueros derivados de la crisis
económica que al tema deportivo; se
rebozó en la charca de sus propias inmundicias verbales y gesticulativas
poniendo a los blancos contra todo el mundo mundial, incluidos muchos
madridistas de siempre.
La
otra noche en feudo ‘rauliano’ de Alemania y el domingo en la orilla del
Manzanares, vimos las dos virtudes ancestrales merengues: el juego excelso y la
lucha sin fin con una intensidad virtuosa en ambas, goles incluidos. En tierras
teutonas dando una lección del mejor fútbol posible: dominio y llegada; y en
Madrid con veinte minutos en cada parte de lo mismo, aunque con menos peligro
porque la furia y el juego colchonero están a bastante distancia del de los
mineros alemanes.
La
Liga sigue como estaba, con los tres grandes clásicos en un pañuelo, aunque se
me antoja que es difícil que se le escape a los madridistas porque son
actualmente más fiables que sus oponentes, como ya decíamos hace algunas
semanas. Arriba disfrutan de una capacidad goleadora sin parangón actual en el
mundo.; tal vez sólo igualable por el Bayern de los españoles Guardiola, Thiago y Javi Martínez.
Cristiano, Bale y el francés sólo
necesitan media ocasión para golear. Y abajo tienen una defensa como hacía
tiempo no gozaban, con dos porteros de las máximas garantías. Diego López y Casillas, junto con el barcelonista Valdés, deberían estar en la lista de 23 para Brasil. En el medio
campo también andan bien, con Alonso de
director de orquesta y Modric de
solista amalgamador todoterreno. Y en la banda están Illarra y el citado Isco, que serían titulares en cualquier equipo
de campanillas, para cualquier emergencia.
Llama
la atención también la dualidad de sus cuatro laterales, dos muy ofensivos, Marcelo y Carvajal; y los otros, Arbeloa y Coentrao, más defensivos. Con los jóvenes y excelentes centrales Nacho y Varane, y el medio Casemiro, esperando desde prometedora
polivalencia.
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