Ya
sé que el título puede levantar sarpullidos en algunos y sonrisas en otros,
pero también razonamientos paralelos en bastantes. Entre los primeros estará los severos
defensores de la universidad para todos, como paradigma de una sociedad
avanzada e imprescindible dentro de la engañifla general que hemos dado en
llamar progreso, y entre los segundos aquéllos que, además, tildan de
anticuados los valores que antaño constituían la base de la educación.
Afortunadamente, entre los terceros habrá muchos de los que todavía caminan por
el mundo con la urbanidad, el respeto, el saber estar a las buenas y a las
malas, la generosidad solidaria, la honradez personal y la conciencia por
banderas.
El adorable dinero
Mucho
se habla de la pérdida de valores como la piedra angular perdida de nuestra
estructura social, pero pocas veces caemos en que esos valores son en buena
parte los descritos. El dinero se ha convertido en el norte de la brújula
humana de nuestra sociedad. No hay nada más importante que correr tras él como
meta, olvidando que en el mejor de los casos es sólo un medio para andar el
camino con mejores posibilidades de alcanzar lo que de verdad merece la pena en
la vida: ser un hombre en el sentido que Kipling
le daba en su poema ‘If’; ¡qué gran lección de humanidad!
Cuando
se ha pisado la escuela, como todos; cuando se han pasado muchas horas amarrado
al mullido banco universitario, como tantos; y, además, se ha trabajado, como
la mayoría, teniendo la suerte como los menos de hollar máster, miércoles, jueves, seminarios,
cursos, jornadas y demás cuentos y cuentas sin fin en escuelas de todo tipo;
algunas de negocios dirigidas y pontificadas demasiadas veces por quienes no
han hecho un negocio privado en su vida, que ya tiene tela; se tiene un
panorama, o escenario, que queda más in, para poder opinar. Y siendo todo ello
valioso para quien realice estos estudios con verdaderos sentido: aprender
cosas nuevas y, sobre todo, analizar dónde se encuentra cada cual dentro de lo
que le rodea y a lo que aspira; se echa en falta también demasiadas veces el
fallo por su base. Me refiero a que difícilmente se estudia con las materias
necesarias las básicas. Ésas que deberían hablarnos del compromiso social como
personas que se forman, se desarrollan y trabajan en un entorno de otras
personas a quienes deben ser útiles. Como diría Víctor Frank, y trascendiéndolo socialmente, el hombre en busca de
sentido.
Pero
ese sentido hace años que se ha convertido en el de ganar dinero a costa de lo
que sea. A eso se enseña en un porcentaje altísimo en todo lo citado. Así, vemos a infinitos y estúpidos licenciados
en cualquier materia viendo dónde meter mano para obtener éxito rápido, que
suele ser equivalente a ganar dinero igual de urgente y rápido para saciar el
ansia de ser alguien en la sociedad. Porque, lamentablemente, todo ello es
un reflejo de esa misma sociedad que así lo demanda en casi todo su conjunto. Y
en el casi hay que contar con quienes todavía, pocos, entienden su vida de otra
manera. Dinero sí, claro, porque si no se tiene es difícil poder hacer nada;
pero no a costa de lo que sea ni para lo que sea. Dinero, sí, por supuesto,
pero para andar el camino haciendo un mundo más habitable para todos. Dinero
para un empresario como modo de hacer más empresa y crear más puestos de
trabajo sirviendo eficaz y eficientemente a la sociedad. O igual para un
profesional. Dinero para un trabajador como modo de sacar a su familia adelante
dignamente. Dinero para cualquier persona con el fin de que pueda cubrir a
satisfacción sus necesidades básicas. Dinero para las Instituciones públicas
como materia prima de su equitativa contribución al bienestar general, etc.
etc.
El bolsillo lo carga el diablo
Pero
no dinero para ser cada vez más guapos, más rubios, más altos, más brillantes,
más importantes y pertenecer a la media humanidad que deslumbra a la otra
media. Ni para aprovecharse de ello pisando cuellos, vivir en golfo, apretar
sogas de ahorcado, enchufar y ‘paniaguar’ a amiguetes y todos los etcéteras que
se quieran poner. No sé si se me entiende.
El respeto de los Maestros de verdad
Y
acabo por el principio. El otro día un amigo presentaba a otro en un acto diciendo que era un maestro a la
antigua usanza. De los que aún enseñan en su escuela desde la urbanidad o cómo
alimentarse bien, a las materias escolares que tenía asignadas. Y uno se queda
pensando en la utilidad de saber muchas matemáticas cuando se llega a la
universidad, idiomas o lengua, por ejemplo; si se carece de lo básico: de saber
el verdadero sentido de la vida. Ése que nos enseñaban antes de ser un hombre
de provecho. Ya sé que a muchos les sonará a antiguo, y tal vez los sea, pero
nadie podrá decir en serio que por ello sea malo, inútil o trasnochado. Seguramente es mucho
más importante de inicio que todo lo anterior.
Y
es así porque lo académico se puede aprender en cualquier edad, ahora bien, lo
básico, o se aprende de niño y jovenzuelo o ya no se alcanza nunca. Y luego
tenemos lo que nos merecemos. Empecemos por el respeto. Miren a su alrededor.
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