Así están nuestros
tres grandes, con sus diferentes penas y calvarios. El Barcelona por un
frustrante complejo tras ocho ligas en once años, producto depresivo de los
recientes éxitos europeos del Real; el Madrid por un año ruinoso vía desvaríos
presidenciales tras la marcha de su laureado técnico y del máximo goleador
histórico blanco, con origen en la soberbia irremediable de Pérez;
y el Atleti abocado a una desconcertante desbandada tras otra temporada
en barbecho, con el mayor presupuesto de su historia. Sus aficiones anidan resabios, sus gerifaltes
cavilan remedios de botica cuando no de brujería, y Valverde, Zidane y Simeone se aculan en sillas carcomidas.
El garbillo luce brillos de torvas navajas de luna.
El Barça olvidó
su identidad para jugar a rebufo de su
máxima estrella. Guardiola
intuyó lo inevitable, tras crear un afortunadísimo monstruo con el prometedor Messi y hacer el mejor equipo de la
historia culé, y cogió el olivo rebosante de títulos y records. Luis Enrique se adaptó a las exigencias
‘messiánicas’ tras unos inicios convulsos desde su idea de dirigir al antaño Barça
coral. Y Valverde aterrizó para administrar el equipo a las órdenes del mejor
del mundo, olvidada ya la Masía y el rutilante estilo ‘cruyffista’. Ahora toca
barajar de nuevo. Llegarán De Jong, Griezmann y otros para hacerle el juego
más cómodo a don Lionel —¡qué gran gesto de dignidad personalísima tras recoger
un galardón en la Generalidad!— y se irán unos cuantos con el infortunado Coutinho a la cabeza. E incluso
ejemplarizarán en Busquets la última
patada a la hermosa idea de fútbol que los encumbró y quedarán leñadores tipo Vidal para que no reconozca al Barça ni
la madre que lo parió, que diría Guerra. Lo peor será cuando pasen las
cuatro siestas del astro, por ley de vida, y haya que refundar al equipo desde
la oscuridad. Entonces precisarán un presidente y un técnico con madera de
líderes que aún no se atisban. Y no falta mucho para tan inhóspita travesía.
Así navega
ahora el Madrid las aguas huérfanas de goles del mismo jugador nueve años
seguidos, al margen del caracolillo que acumulan en su añoso casco la otra
media docena de futbolistas básicos en el último quinquenio triunfal; demasiada
rémora. Zidane debe reinventar un equipo gastado y no parece un buen principio prescindir
de Keylor, siempre una garantía de
titular o suplente, para colocar a su hijo; otra explicación no tiene tamaño
dislate. Podrán venir Rodrygo, Militao, Hazard, Jovic y Mendy, pero la sala de máquinas con Modric y Kroos dando sus últimas boqueás y Casemiro al límite de su progresión, necesita una renovación tan
drástica como urgente. Haría falta bastante más que el controvertido Pogba.
Y el
Atlético, que también está garbillando, tiene en Simeone su punto fuerte y
débil a la vez. Mientras siga habrá esperanza, pero si se marchara también, Gil y Cerezo tendrán que espabilarse. Un técnico tan carismático para los
colchoneros tampoco se inventa de hoy a mañana. Tal vez solo un Klopp podría renovar ilusiones porque
así lo ha hecho en otro histórico como el Liverpool con jugadores de segundo
nivel. Esa es la realidad atlética revalorizada por Simeone, con la
consecuencia de vender más y más caro que nunca. Por eso, el multimillonario costo
de su nómina es barato. Entrenadores como él, Klopp o Guardiola, a la larga son
los verdaderamente rentables.
EL GARBILLO
MURCIANO
Aquí, más
que rentabilidades garbillamos esturreos y ruina. Y no solo por la impagable
deuda que arrastra el Murcia —más bola con cadena y argolla al pie de penado perpetuo
que globo, querido Campillo, don
Carlos—, sino porque como no sabemos adónde vamos, todos los caminos nos llevan
allí.
Herrero, que hizo un papelón, no servía. Cordero, que puso bases para trabajar
la cantera, tampoco. Y Algar, con el
inmenso acierto de jugar con los de casa y juveniles, también anda enfilado.
¿Camacho, dice usted, para manejar el
presupuesto de seiscientos mil euros que sugieren algunos? ¡Qué disparate!, que
diría Morga.
Empecemos
por la punta con rumbo realista y después pongamos nombres. Y antes de nada,
sepamos quién manda aquí y para qué. Anunciar una asamblea para sumarse a pedir
responsabilidades a presuntos mangantes, más que orden denota desconcierto, o
algo peor. ¿Con su indudable mérito, por qué no se aclaran? Seguramente, porque
donde conspiran tantos como opinan, nadie gobierna.
¿Y por
cierto, imaginan a Aquino en el
Cartagena? Tendría guasa lo del nene.
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