Es más fácil
juzgar a los demás. Y aprendemos poco. No se trata de culparnos por todo y
condenarnos, que es insano y camino de depresión, sino de analizar cualquier
circunstancia que nos afecte para sacar conclusiones; a ser posible positivas.
Una buena puede ser reconocer nuestros fallos o carencias para intentar
superarnos. Y otra valorar los puntos fuertes ajenos y aprender también de
ellos.
En el fútbol
ocurre igual y los blancos recalcitrantes deberían saberlo. Con el añadido de
ser un juego competitivo, por lo que influyen el azar y los rivales. La derrota
suele coincidir con el mal juego; a veces plaga porque en todos los deportes
las rachas existen, pero también influyen otras cosas. Tú puedes estar muy
bien, pero a veces la pelota no entra o los contrarios son mejores. O
simplemente estás de pena, aunque a veces soples y suene la flauta, como contra el Deportivo y
el Valencia. Y todo eso le ha ocurrido al Real Madrid en esta media temporada.
Los de Zidane han perdido puntos justamente
—contra el Levante, por ejemplo— y también por mala suerte. Y no es justificar
nada; sería absurdo. Es evidente que Cristiano
no está, sobre todo en liga, porque en Champions sí mantiene su promedio
goleador; que Kroos debería
repensarse, que sin Nacho, el centro
de la defensa es un coladero; que los laterales atacan más que defienden, que Isco y Asensio florean, que solo Casemiro
y Modric mantienen el nivel, que
precisan doce ocasiones para hacer gol, sinónimo de mediocridad, o ni las
crean, más por desconfianza que por poca calidad; que su dominio es infructuoso
y que en el banquillo tampoco hay alternativas tácticas o de corto, lo que
habla de mala gestión del técnico, que fue lo que se le alabó el año pasado; y
que es cansino reiterar que en el fondo subyace
la falta de goles y que así es el fútbol.
Para
completar el cuadro, enfrente está el espectacular Barça de Messi
—¡cómo se nota cuando falta!—, Busquets,
Piqué, Alba, Umtiti, Suárez, Iniesta —¡cómo está!—Sergi
y Valverde, encaminados a batir records culés de
imbatibilidad. Una tormenta perfecta para la escuadra que comanda de todas las
formas posibles Florentino, salvo el
criterio mantenido por Zidane de aguantar con su plantilla hasta el final, lo
que demuestra que al francés no le faltan personalidad, valentía, responsabilidad ni lealtad a sus principios y
a sus jugadores. Todo lo demás se le puede discutir y criticar. Entre otras
cosas porque no es ciencia sino juego. Y además entre humanos, y muchos, que
comporta una aleatoriedad tan manifiesta como inabarcable.
Aún es
posible que la Champions sea bálsamo, e incluso un laurel histórico si lograra
la tercera consecutiva y cuarta en cinco años, aunque cualquier aficionado
diría a estas alturas que entre el Barça, el City de Guardiola, el PSG qatarí de Emery
e incluso el Bayern de Heynckes
estará el próximo campeón. Pero si echamos la vista hacia atrás la historia
desmiente a los favoritos nominales; más en la del Madrid.
Es una
delicia ver jugar a esos cuatro equipos, sobre todo a los de Manchester y
Barcelona, porque los de París juegan una liga menor y los muniqueses reinan
sobrados en Alemania. En Europa tendrán que refrendar unos y otros su
suficiencia. Y ahí, el Madrid es otro cantar. La historia también lo muestra.
Los merengues deberían aprender de sus errores y
dejarse de señalar lastimosamente a los árbitros, porque, en efecto, no le
piten al Barça penaltis en contra. Los árbitros no han influido en su
legendaria historia, y si lo han hecho no ha sido para malo precisamente; lo
mismo que a los azulgranas. Su atención en liga debería ser clasificarse para
la próxima Champions.
El Barça va
como un tiro, merecida y espectacularmente,
y el Madrid con muletas. Pero en el fútbol, como en la vida misma, los
guiones se escriben marchando. No hay libreto, de ahí la magia de sus
pasiones. Y a veces nos sorprende quien
menos te esperas.
Y ahora
aguarda Europa, que dictará sentencias, una vez que la Liga es tan culé como la
fuente de Canaletas. Esperemos que
nuestros equipos estén a su altura. El Barça no necesita avales; con el juego y
los goles que origina Messi deslumbran. Y el Real…, ¡ay el Madrid!
Pero yo no
apostaría en contra. Cuando asoman
comanches en Europa aprietan el culo y
afilan colmillos.
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