O la invalidez de las certezas. Si dudar es de sensatos y
rectificar de sabios, las certezas recalcitrantes desnudan a los estériles. Y en
el fútbol, con su mezcla de oportunismos, realidades aparentes y fortuna, mucho
más. Como muestras, dos ejemplos. Para su alegría, ¿quién les iba a decir a los
culés a finales del verano que entrando el otoño serían líderes destacados en
España y en Europa? Y en nuestra Región de Murcia, ¿cómo podían imaginar los
pimentoneros que en ese mismo periodo, tras el esperanzador fin de temporada
vivido y la apuesta decidida por fichajes costosos para esta, estarían más
cerca del fuego purificador que de la gloria?
Valverde, tras el
deslumbrante trampantojo merengue en la Supercopa española con Asensio de genio mágico, y el fracaso descomunal de los dirigentes
blaugranas con fichajes y desfichajes más mediáticos que efectivos, ha ido
amalgamando una plantilla que a día de hoy, sin jugar todo lo bien que cabe
esperar de sus jugadores, parece un equipo imbatible; otra realidad aparente
que el propio fútbol se encargará de desmontar. Tiene medio once fijo: Messi, Busquets, Suárez, Piqué, Umtiti y Ter Stegen, que
están entre los mejores del mundo; cinco más volátiles: Iniesta, Rákitic, Alba, Paulinho y Sergi Roberto;
y juega con otros dos puestos adicionales para darles cancha a futbolistas como
Deulofeu, André Gomez, Semedo, Denis Suárez, Alexis y Digné, que como los anteriores podrían
ser titulares en cualquier equipo de campanillas. En resumen, los mismos que
contra el Real Madrid cantaron la gallina y que su entrenador, desde su también
aparente segundo plano y modestia, les ha hecho apretar los dientes para
encaramarse al monolito de la victoria permanente. ¿Aprendieron de los errores?
Es tan posible como que desde entonces solo saben ganar, con algún empate
testimonial de su condición humana.
Neymar se fue y
es historia, a Dembélé se le espera
ya con menos ansiedad, y Valverde aparece rutilante en el horizonte de los
llamados a la leyenda; otro más, como lo fueron Cruyff y Guardiola. Y lo
puede conseguir si en 2018 el Barça se alza con dos títulos tan distintivos
como la Liga y la Champions, superando el horrible 2017 con un expresidente cacareando,
Laporta; otro encarcelado, Rosell; un presidente en entredicho, Bartomeu, por sus connotaciones con el
anterior y la desafortunada gestión tanto en la sonata y fuga de Neymar como en
la búsqueda vodevilesca de su recambio; un inicio de temporada catastrófico
ante su máximo rival y un entorno político y social enrarecido por la nefasta
conversión del Nou Camp en muestrario permanente del catalanismo militante más
cavernario. El vasco-extremeño está ahora en el banquillo a la altura de Messi en
el césped por su relevancia en el éxito blaugrana. Y si persevera en su
magnífica trayectoria con la penosa herencia recibida, al contrario de la que
halló Luis Enrique, hará historia grande con su Barça.
Por su parte, los actuales gestores del Real Murcia también
pueden hacer historia, buena o mala y hasta catastrófica, según les vayan lo
deportivo y la economía. Quienes hemos vivido al equipo grana desde dentro
somos optimistas por la propia naturaleza milagrosa del club, igual que los
miles de entusiastas seguidores con los que respira, al borde de la
desaparición varias veces en su centenaria historia. Y ahora no vamos a ser
menos. Así, aunque hemos asistido más cerca del aburrimiento que de la alegría
a los partidos de este año, el sábado en Cartagena atisbamos un rayo de
esperanza. Ante el mejor equipo actual de la categoría, el Efesé, los
murcianistas pudieron empatar el derbi, y algunos pensamos que jugando así y
con todos sus efectivos incluso hubieran conseguido más. Los blanquinegros
ganaron bien aprovechando los detalles de sus distinguidos futbolistas. Jesús Álvaro y Cristo Martín, como Sergio
Jiménez, son jugadores de superior categoría, y con el oportunismo de su
goleador Aketxe y la colaboración
del sobremotivado Chavero, con sus
luces y sombras, consiguieron tres puntos que pueden suponer el punto de
inflexión que les lleve a no bajarse ya del caballo ganador.
Con Monteagudo lo
tienen claro, y en el Murcia esperemos al Salmerón
eficaz del ascenso con el UCAM y no al que el año pasado recomendaba a sus
aficionados acostumbrarse a sufrir. Al fútbol no se va a eso, señor mío.
Finalmente, algunos soñamos con cuatro equipos en Segunda,
incluyendo al UCAM y al Lorca, y que el otro Lorca y el Jumilla salven la
categoría.
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