LA SELECCIÓN
NO HONRÓ A CRUYFF
Una pena;
una lamentable pena doble: la pérdida de un grande de verdad, don Johan Cruyff, y la constatación de que
el combinado nacional navega aguas abajo desde la gloria a la nada, aunque
coincide que faltaban los dos jugadores básicos para darle a España el toque
sutil de su reciente grandeza: Busquets
e Iniesta; veremos si son capaces de
ahormar a su vuelta un equipo de lentos hasta el aburrimiento. Salvando el buen
fútbol de Morata y el espléndido
momento de De Gea, junto al
oportunismo del jovencísimo veterano Aduriz,
los demás parecían “el camión del pescao”.
La primera
parte del partido frente a Italia recordó sobremanera a la selección que tanto
nos defraudó en el pasado mundial de Brasil. Y con esa frustración le di la
razón al sabio gallego Luis Suárez,
el único Balón de Oro español, que explicaba la dificultad de los jugadores
españoles cuando juegan con la selección en la recta final de la temporada. Salen
al campo con el freno de mano echado y con la marcha atrás como velocidad de
referencia. No ganan un balón dividido ni llegan antes a cualquier pelota en
disputa ni tocan balones adelantados. Le dan al balón con miedo, prefieren
jugar para atrás y parece que llevaran muelles en sus botas: no controlan una
bien. Hasta mi admirado Juanfran, paradigma de lo descrito,
parecía un tronco en lugar del junco que es en su Atleti.
Con el
aturdimiento y la tristeza por el fallecimiento del irrepetible Cruyff, uno
esperaba que apareciera algún destello del mítico holandés, el más conocido y
admirado en el mundo según sus compatriotas, y cualquiera de los futbolistas en
liza tuviera el detalle de homenajearle con lo que mejor sabía hacer: manejar
el balón y los tiempos con la velocidad mental que luego se transmitía a las piernas
para generar belleza anticipándose al contrario. Esperanza vana. Los italianos,
un equipo ramplón carente de las virtudes que atesoraban, bastante hicieron con
desbordar media docena de veces a la descolocada defensa española. Y los
nuestros, torpes, medrosos y lentos hasta la desesperación, se dedicaron a
deambular como almas en pena en Udine. Para ellos, los escasos sesenta segundos
de silencio por el luto generado en España en un absurdo accidente de autobús,
y en Bruselas por la barbarie de unos descerebrados que si de verdad se han
inmolado bien muertos están y, si no, la verdadera justicia sería ayudarles a
llegar inmisericordemente a su paraíso cuanto antes, junto con quienes les inculcan
sus criminales deseos de gloria; duró noventa largos minutos. Mal camino
llevamos.
Así,
refugiémonos en el recuerdo de quien tanto de futbolista como de entrenador
llevó el fútbol a la modernidad. Desde su irrupción en el Ajax de finales de
los sesenta del siglo pasado, con refrendo de su juego en la selección
holandesa, este juego dejó de basarse en las tácticas rígidas de los jugadores
especialistas en defensa, medio campo o ataque, pasando al fútbol total como
idea moderna. Y ahí, en ese todo campismo que había echado raíces con el otro
grandioso innovador futbolero de una década antes, don Alfredo Di Stéfano, empezó a escribirse en letras de oro la idea,
más que nunca, del juego en equipo y la solidaridad en el campo como bandera de
los grandes y del mejor fútbol actual. Este deporte cambió gracias a esos dos
monstruos de dos generaciones sucesivas, desaparecidos ambos también en poco
tiempo, en sus dos décadas prodigiosas: 1955/1975.
El legado de
Cruyff sigue presente a través de sus alumnos aventajados, con Guardiola a la cabeza, porque además de
ser uno de los cuatro grandes sobre el césped, es de los pocos técnicos que
hizo escuela y el único que aunó la gloria en ambas facetas.
Recuerdo la
tarde de noviembre de 1973 en la que debutó fuera del Camp Nou, en La
Condomina, y junto a la expectación despertaba y el gol del empate del murcianista
Canito en la portería del Sector A,
me quedo con su elegante conducción del balón y su cabeza siempre alta, aparte
del golpeo exquisito de la pelota y sus espectaculares cambios de ritmo.
Don Santiago Bernabéu reconoció a un amigo
común entrañable, el valenciano Antonio
Orts, quien me lo contó en confianza, su gran error al no ficharlo cuando
pudo. El Madrid sufrió su juego, pero para los buenos futboleros, Cruyff es el
referente del mejor fútbol moderno. Su Barça y España lo saben bien.