Isco
puede morir de éxito. Tan buen pelotero como individualista me recuerda
bastante en su juego a otro fenómeno: Guti.
El madrileño se retiró siendo la eterna promesa porque nunca cuajó como titular
indiscutible en el Madrid y tampoco tuvo el espacio que su clase auguraba en la
selección.
Desde esta columna hemos
reiterado nuestro convencimiento de que debería ser un baluarte en el Real
tanto por su indudable categoría futbolística como por representar una
esperanza para el fútbol español, pero es cierto que demasiadas veces, como ha
dicho con toda la razón Del Bosque, se enreda en jugadas de excesiva finura. En
el último partido, donde alcanzó cotas de una brillantez exquisita, perdió
balones y posibilidades de contragolpe peligroso por empeñarse en driblar
contrarios con malabarismos de media vuelta, cuando tenía más fácil y mejor dar
la pelota de cara al compañero y buscar una pared o un desmarque en corto para
seguir la jugada con velocidad; Guti en estado puro, aunque con un carácter más
simpático.
El otro día decían los
comentaristas televisivos que Isco les recordaba a Iniesta, pero tiene mucho más parecido con el rubio madrileño del
pelo al viento. Ojalá derivara hacia el manchego; entonces sí que estaríamos
ante un futbolista de época.
Por eso, ante los augurios
de algunos de que podría ser el heredero de Xavi, deberá cambiar su estilo limando arabescos con más sencillez
si quiere liderar alguna vez a su equipo o a la propia selección. En el Madrid
no es titular indiscutible, como otros con menos calidad pero más trabajo,
precisamente por eso. Y eso que se ha ganado minutos y partidos por
sacrificarse más en defensa.
Del
Bosque anda en dos enredos complicados. Y en ambos tiene
difícil salida airosa. En la selección deberá lidiar con el toro de la vuelta a
la excelencia, cuestión harto difícil porque cada equipo puede jugar según los
jugadores que tenga. Y no olvidemos que en la exitosa historia reciente contaba
con jugadores irrepetibles. Xavi es el paradigma de todos ellos porque, como
escribió García Lorca del torero Sánchez Mejías en su famoso ‘Llanto’ por su muerte, será difícil que
nazca, si es que nace, otro futbolista español con la clarividencia
futbolística, la sencillez, la eficacia y la elegancia de su juego.
El segundo morlaco del
marqués ha devenido ya en sambenito. El que le han colgado los forofos
merengues de antimadridista. ¡Qué estupidez! Basta con que comente algo sobre
algún jugador blanco que no suene a alabanza total, como recientemente sobre el
propio Isco o respecto a una reflexión de Ramos,
o que defienda a cualquier otro que no sea de la aquiescencia completa del gran
capo don Florentino, caso de Casillas; para que le lluevan palos de
todos los calibres. Eso sí, lo hacen muchos desde el anonimato que otorgan las
redes sociales. Y es que, demasiados, confunden la paja y el trigo.
Desgraciadamente hay aficionados que solo ven el color blanco y no aprecian ni
el verde del césped, igual que los extremados de cada club. Y también confunden
el ser madridista con ser ‘florentinista’; se pueden ser ambas cosas
independientemente o incluso a la vez, como ellos.
Y llegamos al desparramado Laporta. Al quitarse de encima el
peligroso mochuelo de la ruinosa pasta que le pedían judicialmente los
directivos actuales del Barça por la dudosa herencia económica que les dejó, se
ha echado de nuevo al monte. Así, tras anunciar a los cuatro vientos que se
está pensando seriamente optar a ser de nuevo presidente blaugrana, ha empezado
las hostilidades reales estableciendo contactos con gente poderosa en el
fútbol. El luso Jorge Mendes ha sido
de los primeros. Y este no solo mueve y
representa a una pléyade de jugadores y técnicos de lo más granado sino que sus
contactos con grandes fortunas pueden auspiciar una
jugada envolvente sobre el Barcelona. Peligro a la vista.
Para don Joan, que
aparte de haber sido el mejor presidente culé por el afortunado acierto con Guardiola, no deja de ser un personaje
de opereta, cuando no de vodevil, sainete o ramplona revista barriobajera;
estar en los medios de comunicación es su droga insuperable. Tanto le gustaron
los focos y hasta tanto se lo creyó que apostó también por la política. Y ahí
se dio el batacazo. Y es que, los tirititeros están mejor con la escalera, la
trompeta, la cabra y el cepillo en la calle que pisando moqueta.
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