Es la herencia de dos disparates
políticos encadenados; los dos mandatos de Zapatero
y el inconcluso de Rajoy. Ni aquel
supo gestionar la crisis económica que le sobrevino, agrandándola, ni este ha
querido aplicar sus propias recetas económicas para superarla de verdad.
Ineptitudes
y estafas
Dos desgracias empalmadas para
los españoles. Uno por incapacidad manifiesta y el otro porque ya no le queda
por estafar a ninguno de los grupos sociales
que le otorgaron la mayoría. Ha defraudado a todos, excepto a los bancos y a
las grandes empresas, a las energéticas en particular; con el agravante de
disfrutar del mayor poder político desde Franco,
reiteramos, y una oposición desacreditada
y sin relieve. Lo peor es que la ciudadanía estaba preparada para todo,
‘chutada’ a su esperanza.
Por eso, ante su excusa de
que se había encontrado la situación peor de lo que se esperaba habría que
haberlo echado por inepto antes que por mentiroso. Los pufos mayores estaban a
nivel municipal y autonómico, que él y su partido tenían la obligación de
conocer por gobernar en ellos casi un año antes de llegar al mando.
Como consecuencia, el PSOE y
el PP rondarán el 20 % de votos cada uno cuando durante treinta y dos años han
sumado el ochenta entre los dos. El fantasma de aquella vieja UCD,
imprescindible en su momento, tiene una sombra muy alargada.
La
engañifla de la recuperación
El gobierno del PP anda
vendiendo la moto de la recuperación económica sumando un embuste más a su
largo catálogo; esta vez con el aval incomprometido de algunos teóricos patrios
alejados de la realidad y de ciertos dirigentes políticos internacionales que
solo miran sus intereses y los grandes números relativos de la macroeconomía. Esas
cifras son producto de muchos factores casi todos ellos ajenos a la labor del
gobierno. Como ejemplo el tirón del turismo, que hunde sus raíces en la
inestabilidad de algunos países con los que competíamos en el Mediterráneo.
La única que sí es
consecuencia de los ministros de Rajoy, en especial de la horrenda política de Montoro,
es el ligero repunte de la demanda interna como consecuencia, básicamente, del
incremento descomunal de la economía sumergida; la forma más a mano que tienen
muchos autónomos, agricultores, profesionales y pequeños empresarios de
sobrevivir escapando de la asfixia fiscal a que son sometidos – miren a su
alrededor, que eso no engaña-. La economía real está en los cinco millones
largos de parados, jóvenes y de larga duración en especial, con una deuda
pública de un billón de euros, equivalente ya a todo lo que se produce en el
país en un año; cuando llegó Rajoy al mando estaba en casi cuatrocientos mil millones menos, que se dice
pronto. Esos, y los del descomunal y ruinoso Estado que padecemos que los
populares no han sido capaces de racionalizar, son nuestros datos más ciertos y
perdurables y los que hipotecan nuestro presente y futuro; los demás son
engañosos y coyunturales.
El rescate inicial de los
bancos paridos del desastre de las cajas, y el continuado a todo el sector desde
entonces hasta conseguir que ahora sean
un oligopolio inmisericorde con sus sufridos clientes, es el único mérito
reconocido y discutible del gobierno por demasiadas cosas, apoyado hasta el
infinito por el BCE.
Tres
por veinte
El PSOE y el PP andarán por
el veinte por ciento de los votos cada uno, con suerte y la baza del miedo
electoral, y el fenómeno Podemos estará también por ahí si logran frenar las
malas noticias sobre algunos de sus dirigentes más significados. El resto de partidos sumarán un quince por
ciento y la clave puede estar en el veinticinco por ciento de indecisos, que
señalarán en todo caso, salvo milagro o hecatombe, la primera de las tres alternativas
posibles; lo normal es que se repartan. Hablamos de los votos efectivos, porque
al PSOE y sobre todo al PP le restarán posibilidades, además, quienes se
sumarán a la abstención. ¡Ojo! al serio porcentaje de católicos ejercitantes por
lo del aborto, que las cocinas demoscópicas consideran votos cautivos
conservadores; podían recordar la condena papal a lo de Irak y sus
consecuencias.
Podemos
Puestas así las cosas, el
asunto estará en el juego de alianzas postelectorales. El PSOE verá reducido su
otrora importante papel a ser bisagra hacia su izquierda o su derecha. Y ahí,
si fuera ahora, Iglesias y Podemos
tendrán todas las opciones de alcanzar el gobierno con su apoyo porque el barro
de la corrupción le ha restado la credibilidad a socialistas y conservadores. Y
el resultado de un gobierno en manos de comunistas marxistas leninistas, aun
con todas las sordinas y pieles de cordero que ahora quieran poner sus
dirigentes a sus ideas primigenias, podría hundir a España en un largo invierno
de consecuencias imprevisibles. Salvo que, en efecto y ojalá, Podemos esté
formado en su base por gente que no vean recomendables a personajes como Chavez, Maduro, los Castro y
similares, y lleguen a la cúpula del nuevo partido; circunstancia poco
previsible.
Ya sé que algunos dirán que este augurio forma parte de la supuesta
campaña del miedo que de aquí a las elecciones se lanzará por quienes ellos
llaman la Casta, sin ninguna base para ello en muchos casos, pero aparte de
escudarse en oscuras y demagógicas teorías conspiratorias indemostrables deberán
demostrar lo contrario con programas y compromisos que lo manifiesten.
Un
viejo sueño
Otra cosa es que de aquí a
las elecciones el PSOE y el PP, u otra alternativa homologable a las
democracias occidentales – qué pena lo de UPyD y Ciudadanos-, sean capaces de
regenerarse y representar una alternativa política que devuelva la confianza
perdida a los españoles. Separados o juntos, en una coalición poselectoral de
utilidad en bien de la nación, podrían ser una buena
opción de gobierno. Pero desgraciadamente, este sueño es también bastante
improbable.
Lagarto, lagarto…