No sé de qué se extrañan los
madridistas porque Di María, como
tantos otros antes, hayan elegido el dinero a los colores. Bueno, sí que lo sé.
Es el fenómeno de la hipocresía social frente al poder del dinero en manos
ajenas. La mayoría de los que echan sapos y culebras por sus bocas ante tal hecho
harían lo mismo. El fútbol de los que llegan lejos es profesional y nadie tiene vocación de trabajar sin incentivación
económica. Otra cosa es la voluntariedad por causas sociales.
El Madrid es precisamente una
de los clubes que tiene el marchamo del vil metal desde que cayó en manos de
quien está. Todo por y para el dinero. Por eso no importa que el técnico de
turno tenga que hacer un cesto nuevo con los nuevos mimbres que le traen cada
año, como vulgar equipo de tercera malo. Porque no se trata de que incorporen a
jugadores de la cantera para ganarse un puesto en el equipo titular, sino que
fichan jugadores titulares por chequera. El señor Pérez habla de publicidad y camisetas - merchandising, que diría un
tontarra de esos que usan términos anglosajones como sinónimo de distinción o
cultura cuando no es más que ignorancia extrema -, pero oculta sus verdaderas
motivaciones. Como hemos reiterado, es tan listo que tiene a la primera marca
española, el Real Madrid, como su departamento de relaciones públicas. Claro
que, en todo caso, es preferible eso a otros que se las llevan directamente
cuando hay traspasos por medio.
Volviendo al principio, nadie
debe extrañarse de que los que llegan a futbolistas profesionales miren ante
todo su cuenta corriente. Es lo natural. Ahora bien, otro tema es el de los
gustos personales, y en esto cada cual es muy libre de tener sus inclinaciones.
Tan válido es preferir el fútbol del dinero, el Madrid, Barça, etc., que el de
cantera, aunque también sean profesionales;
el Bilbao, por ejemplo. Quienes siguen esta columna saben que el que suscribe
es un amante del fútbol base, por eso disfruté tanto con los blaugranas de Guardiola. Como antes me ocurrió con el
Madrid de Sanchís, Michel, Butragueño, Martín Vázquez
y Pardeza, que sin ganar nada
relevante en Europa jugaban de maravilla y sin mirarse. Claro que ahí tuvieron
a un técnico que amaba el fútbol: Di
Stéfano, que tuvo los bemoles de pasarlos de golpe desde el Castilla. Y
antes de ese equipo tuve la fortuna de ver al jovencísimo Madrid ye-yé ganar la
sexta Copa de Europa en el 66; ese de los Pirri,
Velázquez, Groso, Zoco, Pachín, De Felipe, y compañía con legendario Gento como capitán; todos
españoles, por cierto. ¡Qué hermosura!
Es fácil decir para algunos
que la eclosión del mejor fútbol español ocurrió cuando en España sus clubes
jugaban los mejores jugadores del mundo, y algo de eso hay, pero la realidad es
que la selección campeona de Europa de 2008 de Luis Aragonés se fraguó en su genialidad de construir un bloque al
margen de individualidades en base al fútbol asociativo del Barça. Así empezó
todo. A veces se nos olvida la enorme polémica que hubo con aquello de ¡Raúl selección!, porque, como siempre,
el fútbol vive de resultados.
Esta temporada tenemos a un
Madrid al que Ancelotti tiene que reinventar de nuevo con las obligaciones que
le han impuesto desde la presidencia. Básicamente, Diego López fuera con Navas de tapado aunque pueda parecer otra
cosa con la titularidad inicial de Casillas;
Kros a los mandos aunque haya
costado la marcha de Alonso, James en la media punta sacrificando a Di María y Benzema intocable, para lo que habrá que buscar o inventarse un
suplente, con el buenísimo Isco de
chico para todo hasta que se canse.
Y por enfrente algo parecido;
veremos lo que aguanta Luis Enrique como se empeñe en darle juego a cantera – Bartra o Munir, por ejemplo – obviando a los figurones. Auguro un año
complicado para los culés por la demasía de gallos en su corral. Entre los Messi, Neymar y Suárez, y los
antiguos: Xavi, Iniesta, Piqué y Busquets, pueden haber demasiadas
banderías en el vestuario. Y eso es malo.
Mientras, el Atlético sigue
pastoreado esencialmente por el espíritu de Simeone. Y no es mala cosa, pero como los resultados no acompañen
lloverán chuzos de punta. Al tiempo.
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