Eso puso el Madrid en La
Coruña. Y no refiero solo a que ganara, que hubiera sido lo normal siempre,
sino a cómo lo hizo. Es verdad que le salió todo y que difícilmente repetirá
otro partido así a domicilio, pero viendo la diferencia de jugadores que había
en el campo por una vez se justificó la diferencia de presupuesto de ambos
clubes. Y también se puso de manifiesto, tal y como irá sucediendo a lo largo
de la temporada, la doble liga que se juega en nuestro país.
Por un lado los dos grandes,
Madrid y Barça, con el añadido del Atleti de Simeone mientras rule y la revelación de turno, que este año puede
ser el Valencia, el Sevilla o el Granada de Caparrós y Pina, y, por
otro, todos los demás con cualquiera de los citados a la cabeza.
Pero donde los grandes
españoles deberán demostrar su potencial será cuando se enfrenten a sus
equivalentes europeos: Manchester, Chelsea, Bayern, etc. Ahí veremos si los
fichajes millonarios que han hecho mejoran lo que vimos el año pasado. En el
caso de los blancos será difícil porque a lo sumo podrían empatar ganando el
campeonato, y en el de los blaugranas se comprobará el efecto real de Luis Enrique. El asturiano está
haciendo una apuesta muy ilusionante apostando por algunos jóvenes. Munir, Sandro o Samper están
jubilando a antiguos canteranos como Pedro,
en una interesante mezcla con los consagrados y en interesante competencia con
los nuevos fichajes. Veremos qué ocurre con el descendiente de marroquíes en cuanto
Luis Suárez esté disponible. Ahí veremos su verdadera dimensión y la
confirmación, o no, de los inicios prometedores del técnico azulgrana.
Por otro lado, y a pesar de
los clavelitos del sábado en Riazor, Ancelotti
deberá continuar con su búsqueda del equilibro porque como venimos comentando
carece, de momento, de un medio centro adecuado al resto del equipo. Aquí el
interés estará en saber si de verdad piensa apostar por Illarramendi, tal y como se deducen de sus declaraciones en el
sentido de que al donostiarra solo le falta que su entrenador le ponga; un mea
culpa en toda regla que suena más a un brindis al sol que a una auto exigencia.
Simeone va a tener muy
complicado reiterar el éxito de la liga pasada porque también es muy difícil
reinventar un equipo que rayó la excelencia dentro de su estilo. Costa,
Courtois y Luis Filipe, sobre todo, aportaron mucho al conjunto, que fue lo que
de verdad funcionó bien, y sus huecos serán difíciles de llenar.
Y llegamos a lo que
concretábamos el lunes pasado y que ya veníamos comentando temporadas atrás, en
cuanto a la relación entre los fichajes del Real Madrid y los intereses
empresariales, y por ende personales, del señor Pérez. Ahora resulta que los violentos de Ultrasur arguyen lo mismo
para hacer campaña contra el presidente blanco. Se han dado cuenta tarde y de
un modo también muy interesado. Si Pérez les hubiese seguido consintiendo todo,
como ocurría antes de ponerlos en su sitio: en la calle, nunca hubieran mordido
su mano. Estos impresentables hace tiempo que deberían haber desaparecido del
panorama madridista porque son unos energúmenos que tan solo ensucian el
glorioso escudo blanco.
Han protagonizado hechos tan
lamentables como la salvaje agresión en plena autopista a un joven murciano que
venía hacia Murcia con su novia sin nada que ver con el equipo contrario de esa
jornada. Desde su irrupción en la escena madridista cualquier celebración
blanca en la capital de España es un ejercicio no apto para menores y para
gente normal por los altercados que propician con la policía y el resto de
aficionados. Y la continua muestra de símbolos que nada tienen que ver con el
deporte y con el fútbol dan la medida de su grado de gilipollez extrema. A esos
grupos de asistentes a los estadios de fútbol, que no aficionados ni exclusivos
del Madrid, habría que impedirle la entrada a un espectáculo al que agreden
tanto como a las aficiones y equipos contrarios.
En este punto me solidarizo
con don Florentino y le deseo todos los ánimos del mundo para no dejarse
amedrentar por sus amenazas. En el Barça ya pusieron a sus ultras en su sitio,
o, al menos, lo intentaron en medio de otra dura batalla.
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