Y
eso es lo que está ocurriendo en España, porque quienes tienen la obligación de
liderar a la sociedad hace tiempo que se echaron también al monte. Realmente
somos un país diferente en demasiadas cosas; unas buenas, otras menos y algunas
malas de solemnidad.
Lo bueno
Afortunados
en situación geográfica, clima, carácter, cultura antigua, moderna y
contemporánea; y hasta en deportes. Y un optimismo congénito en que muchos
basamos nuestra esperanza. Pero todo lo contrario en actitudes y aptitudes
generales empezando por los de arriba.
Lo característico
Aparte
de nuestro modo ancestral de encarar tanto lo cotidiano como lo extraordinario,
necesitamos tener nuestro santo y nuestro día y nuestras devociones a Frascuelo y a María como cantara el gran Machado,
pero no solo para nuestro disfrute o crecimiento personal sino para arrojar sus
supuestas grandezas a nuestros vecinos. Tierra de moros y cristianos, de azules
y rojos, o blancos y moraos; de cartagineses y romanos, policías y ladrones,
pícaros y ciegos; de los de arriba y los de abajo, de nacionalistas de aquí o
de allá. Y aparte de todo ello con un balbuceante sentido de la democracia y la
libertad junto a una muy dudosa apuesta
por la honradez o de la valoración real de una sociedad ética.
Por
eso aquí no dimite nadie de ningún cargo por muy evidente que sea su falta o su
manifiesta poca vergüenza. Se trata de no darle en el gusto al supuesto
enemigo, que no rival. Al de enfrente. O al que no viste nuestros colores, que
no son, lamentablemente, los de la honestidad o la vergüenza, sino en general
los que antes citábamos.
La calle
El
otro día alguien criticaba en un lugar concurrido lo que hacen los políticos
que meten la mano en la caja o gozan de enormes prebendas, deporte nacional
ahora con toda lógica. Pero enseguida otro de los que le escuchaban apostilló
que llevaba razón pero que él querría ser de aquellos para disfrutar de lo
mismo. Esa es la sociedad que mayoritariamente hemos construido entre los hunos y los otros, que vino a decir Unamuno.
Lo malo
Pero
a mayor responsabilidad mayor pena, como es natural, y, como titulaba, cuando
nos deben guiar pierden el norte aparecen las bandas.
Los
banqueros diciendo ahora que están dispuestos a dar todo el crédito necesario,
con grandes campañas publicitarias y propagandísticas al uso. Y uno piensa que
lo hacen cuando los españolitos de a pie tienen asumido el latrocinio
normalizado de que cobren por ellos siete, ocho, nueve o diez veces más que
pagan de intereses por sus ahorros. Y mucho más cuando los más poderosos han
logrado repartirse el pastel entre media docena, cuando hasta poco eran varias
docenas, y les resulta mucho más fácil ponerse de acuerdo hasta sin delinquir.
Pero
lo de la defensa de la competencia es otra engañifla, de todos modos. Miren a
nuestros distribuidores petrolíferos. ¿Si demasiados gobernantes, políticos,
banqueros, sindicalistas o representantes empresariales se dedican a llevarse
cuanto pueden sin reparo, cómo no van ellos a aprovechar unas vacaciones de
semana santa para subir con desmesura los precios de los carburantes? Y lo han
hecho ahora como ninguna otra petrolera en Europa. Otra banda, como las
eléctricas en su mercado cautivo con apoyo político.
Vamos
a otra cosa. Si ya resulta evidente, como nadie sin nada que ocultar lo dudó en
su momento, que el partido que gobierna en España y en la mayoría de municipios
y regiones ha estado utilizando una contabilidad B para manejar todo el dinero
negro que ha podido a su antojo, como han hecho todos, por otra parte; ¿cómo no
van a tratar de defraudar al fisco los ciudadanos y pequeñas empresas y
autónomos, o grandes, para eludir ivas, venías y demás peplas fiscales? ¿Quién
se puede escandalizar por ello?
Y
si además no dimite nadie por ello, ni hay asomos de vergüenzas y ni mucho menos
de pedir disculpas y jurar enmienda, ni justicia que de una vez y de oficio
ponga a los defraudadores donde deben estar, con aforamientos o sin ellos,
porque son ellos mismos quienes hacen las leyes a su antojo y gobiernan a los
poderes judiciales que deberían gozar de toda la independencia que en un estado
democrático cabe suponer; ¿quién puede desgarrarse la ropa por ello?
Y
si con la tasa de paro más alta del mundo homologable los responsables
políticos andan enzarzados en disputas independentistas, o aferrados a no
cambiar una constitución que al final van a enterrar entre todos, o dándose
codazos por un carguico o cargazo, o por un puesto en las próximas
elecciones europeas, pero eso sí, todos con la boca pequeña diciendo que el
desempleo oficial es una lacra inasumible; ¿quién puede extrañarse de que haya
un porcentaje cada vez más creciente de las generaciones que no han vivido
otras realidades con la indignación por bandera?
El futuro inmediato
Pues
eso, que hace tiempo que los de arriba perdieron el norte y los demás, con
pocas excepciones, nos hemos convertido en una banda. Una banda que veremos a
ver por dónde sale, como estamos viendo en muchos casos, que algunos ingenuos
aún creemos que se podría reconducir hacia una sociedad moderna donde el futuro
fuera bueno recuperando los valores perdidos. El problema es que no se intuyen,
y se les espera cada vez menos, líderes con esos valores por bandera y con la
valentía necesaria para sacarnos adelante. Que Dios reparta suerte, que se dice
en los toros, y que nos toque un buen lote, aparte de que alguien nos eche un
capote oportuno.
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