Florentino ha vuelto a sacar el conejo Zidane. El mejor argumento que tiene en
su chistera, y el penúltimo seguramente, porque con el sargento Mourinho, al que tanteó tras la primera
negativa del francés, duraría menos la efímera tregua que suponen. Así se lo
dicen sus encuestas, aunque no había mucha diferencia. Un sesenta por ciento
contra un cuarenta que apostaban por el chusquero portugués descubren a
demasiados madridistas desnortados. Y si no recuperaron la cordura en las buenas,
peor en las malas. Esto huele a ocaso imperial.
Zidane es la
mejor noticia para el madridismo, aunque será raro que su presencia baste para
reanimar al moribundo que representa el fin de una generación legendaria de
futbolistas. Ya no hay egos que domar en el Bernabéu, si acaso el de Florentino
Pérez, y eso es imposible porque tampoco reconocerá el tiempo difícil que
viene. Humildad y paciencia no son virtudes suyas. Ahora le tocará gestionar la
transición entre la gloria pasada y el futuro ilusionante con el tenebroso
presente sobre su cabeza. Demasiada tela que cortar para alguien tan laureado y
glamuroso como inexperto.
Pérez ha
tenido que improvisar y eso le ha tumbado la transición tranquila con Löw. Dos meses largos en la nada, con
el infausto recuerdo del tiempo de Queiroz
y su record de partidos perdidos. En aquel equipo también había estrellas
declinantes. El propio Zidane, Ronaldo,
Raúl o Beckham. Y poco después entonó también Florentino el mea culpa y se
fue por la gatera. Pero el gato escaldado ha hecho lo mejor que ha podido y
ojalá le suene la flauta de nuevo. Es difícil, pero debería insistir en su
nueva política deportiva convenciendo también a Zidane de que el futuro empieza
por Vinicius y similares,
amalgamados con veteranos de fuerza. La travesía desértica será larga para las
urgencias de este tiempo desmemoriado. Una plantilla campeona no se enjareta en
unos meses ni con tres o cuatro fichajes de relumbrón y algunas bajas de
postín. Y menos si el francés se empeñara
en reverdecer laureles resucitando muertos. Cuando Zidane cogió el equipo la
primera vez tenían reciente una Champions y hambre, y sus futbolistas cuatro
años menos. Demasiado tiempo para correr como antaño y con los estómagos
llenos. Bale, Marcelo o Isco, por circunstancias diferentes, han
jugado ya sus mejores partidos de blanco. Y Ramos, Kroos y Modric, por buenos que sigan siendo,
también. Y otro Cristiano tampoco se
inventa de un año para otro ni el auténtico volverá. Fueron la columna
vertebral del Madrid campeón que por mucho que se añore ya no puede soportar el
empuje de unos jóvenes como los del Ajax, que sin ser la Juventus ni el Barça, y
ni siquiera el City ni el Liverpool, le dieron sopas con honda en Ámsterdan y
en Madrid.
Cuentan que
el Cid tomó Valencia ya cadáver,
pero por mucho que campee Zidane, Campeador solo habrá uno. Y haría bien
Florentino Pérez en buscar otro conejo para la presidencia porque está viviendo
sus últimas lunas blancas. Siempre se arrepentirá de echar antes de tiempo a Cristiano.
Como
seguramente las está viviendo también Simeone
en el Atlético. Aquello del partido a partido queda demasiado lejos tras su
enésimo fracaso europeo. El Cholismo y cuanto supone también ha jugado ya sus
mejores partidos rojiblancos. Es difícil volver a reanimar a quien se ha
desesperado de tanto ilusionarse, como le ocurre a la afición atlética. Las
agonías son desagradables en la vida y en el fútbol, como ocurre en los toros
aunque haya entrado a matar hasta los gavilanes el mejor matador.
Cristiano
—¡tenía que ser él!—, ha enterrado a unos y otros. A los blancos porque se ha
demostrado que él sigue en la cumbre y ellos le deben demasiado a sus goles;
casi todo. Y a los colchoneros matándolos con su mejor medicina: el pundonor y
la eficacia. Carácter, dedicación, goles y suerte; el fútbol mismo.
EL DUELO
MURCIANO
Es tremendo
el valor de docenas de murcianistas que mantienen vivo al Real. Un esfuerzo de
mucho mérito que hay que reconocer sin ambages, y el de los miles que les
siguieron, con cuantos errores hayan cometido sus gestores. Sobre todo en lo
deportivo, con bajas suicidas de futbolistas y de un buen técnico, y con
desconcertantes desavenencias internas. Pero tan elogiable es esa realidad como lúgubres los
augurios.
Una pena grande.
Endeudado hasta la quiebra, sin dinero ni goles, ¿adónde va el Murcia?
Echémonos un
pienso.
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