Suárez
Suárez
pasó a la historia por ir al hule tras especializarse en situaciones duras.
Eran los años de la Transición y tenía a amplios y muy significativos sectores
sociales a la contra. El Presidente Suárez sabía que se la tenía que jugar a contra
estilo porque no había otro camino. Contaba con el beneplácito Real y la
simpatía popular, pero carecía de ayudas cercanas para durar mucho tiempo en
cabeza del cartel. La cogida fue de aúpa y tras el hule hubo de retirarse un
tiempo. La reaparición fue, como casi todas, de más pena que gloria a pesar de
unos inicios prometedores. Suárez está ya para siempre en la historia como un
Presidente imprescindible y valiente.
Calvo Sotelo
González
Aznar
Le
siguió Aznar, quien originariamente fue la gran esperanza blanca del centro
derecha. Sus cuatro primeros años fueron para enmarcar. De ahí el arrollador
éxito para su segundo mandato. Como persona inteligente se rodeó de los mejores
y éstos le auparon a la cumbre del mundo. España bajo su mandato se convirtió
en la envidia de todos. José M. Aznar, sin embargo, tal vez por la embriaguez
del éxito o por la dejadez de saberse fuera voluntariamente, dejó de arrimarse
de verdad en los dos últimos años que indudablemente le sobraron. También ha
pasado a la historia como un Presidente importante, con sus luces económicas en
los primeros seis años y las sombras de la soberbia en los últimos.
Zapatero
De
Zapatero, aparte de su sonrisa de aparente buen talante, basta con afirmar que
ha sido el peor Presidente en la historia moderna española. Ni una sola política
para unir voluntades; ni una ley buena por indiscutible, sólo la de dependencia
y sin dotación de medios; España a la ruina por imprevisión, ineficacia y manos
rotas; ni colaboradores – como buen mediocre nunca se rodeó de figuras-, ni
sapiencia personal, porque ‘lo que natura no da, Salamanca no presta’, ni pasado
ni futuro. Una calamidad. Y así pasará a la historia, ¡hasta en su partido!
Rajoy
Ningún
político ha tenido tanto poder en España desde su paisano, el General, y sus
comienzos fueron inquietantes. Hizo su carrera para la alternativa con poca
brillantez pero con notable seriedad. Aseguraba un liderazgo seguro y previsible
y debutó incumpliendo promesas amparándose en su ignorancia, poco creíble,
sobre la situación real heredada. Se dejó influenciar en exceso por Arenas y
Montoroen aras de un triunfo en Andalucía y como penitencia superadora de los
perennes complejos de la derecha española – recuerden a Solís, la sonrisa del
Régimen de Franco-,y obtuvo un grave deterioro propio y de España: subida de
impuestos a los supuestos más pudientes en rentas del trabajo y capital –
votantes suyos -, y retraso de los
presupuestos con gran descrédito mundial, etc. Como resultado, el batacazo
andaluz y la prima de riesgo por las nubes. Continuó con vaivenes y bandazos
con la esperanzadora Reforma Laboral; muy mal aplicada, por cierto, en algunas
grandes empresas; y la criticada e injusta amnistía fiscal para ‘el negro’.
Sólo destacable el intento de meter en cintura a las CCAA.
Rajoy
midió mal el protagonismo que los españoles le dieron mayoritariamente. Lo suyo
hubiera sido decir muy claramente que tenía cuatro años por delante para sacar a
España adelante quemándose en tan digno empeño por la crítica hora que le había
tocado vivir; a él y a todos nosotros.
Ahora
parece que lo ha entendido apretando las tuercas a los distintos aspectos de
nuestro inviable estado del bienestar. Le falta limar muchas cosas aún: la
desproporcionada y en muchos casos estéril arquitectura administrativa y
política española y el enorme tejido adiposo que la rodea; una verdadera
reforma a la baja de la función pública para ganar eficacia y eficiencia; y
poner finalmente a la banca a funcionar, entre otras cosas. Mientras los bancos
no lubriquen la economía cumpliendo su función real todo esfuerzo de
crecimiento será inútil.
La hora de España
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