lunes, 24 de octubre de 2011

FLORENTINO & MOURINHO: EL PRINCIPIO DEL FIN

Como en las tragedias clásicas, desde el principio se vislumbra el final. En el teatro es fundamental definir bien a los distintos protagonistas desde el principio, por eso se usaban las máscaras; desde el primer acto quedan claras las intenciones de cada cual. Luego es cuestión de adornar con matices y discursos a cada personaje para darle, aun en la maldad, una pátina  de brillantez y atractivo.  Y,  a continuación, de imprimirle a la trama un ritmo adecuado al final pretendido, de modo que en el transcurso del drama vayan apareciendo las conclusiones adecuadas a cada uno de los silogismos propuestos hasta llegar al éxtasis final donde su fundirán los diferentes papeles en la pira del sacrificio de la última escena ; el acto que justifica la obra y del que se extraen todas las consecuencias. En el Madrid se revive ahora un drama en el que repiten dos personajes principales y brilla un actor invitado por encima de todos los demás; incluso del mismo club laureado como el mejor del siglo XX. Insólito.

Como en la vez anterior, periodo 2.000/04, la muerte en escena del actor secundario, Valdano, preludia el malhadado final del personaje principal, D. Florentino, y queda el nuevo protagonista en escena, Mourinho, con el interrogante básico de cuándo hará mutis por el foro. Decían los ‘florentinistas’ irredentos que su líder había aprendido de los errores cometidos en su primera etapa y que en esta segunda oportunidad no volvería a repetirlos, y hete aquí que incluso antes que en la primera tragedia ha decidido adelantar la escena del acuchillamiento de su alter ego. Y no es eso lo peor, sino que lo hace para darle al actor invitado el papel principal de la obra, incluso por encima de su propio protagonismo.

Si no fuera porque el Sr. Pérez es listo de cojones, con perdón, se podría pensar que se empecina en hacer muchas tonterías y, lo que es más grave, en repetirlas, pero mucho me temo que la realidad responde a que no quiere líos inmediatos en su Dptº de Relaciones Públicas, es decir, el Real Madrid. Porque él sabe que en el fútbol casi todo es efímero y que su caso no va a ser ninguna excepción. En su primera etapa cumplió todos sus objetivos, que no eran otros que darse a conocer al gran público y, sobre todo, a quienes más le interesaban: aquellas autoridades que tenían que decidir muchas cosas, sobre todo obra pública y concesiones administrativas, en una España emergente incardinada en una Europa floreciente. Lo del fútbol era lo de menos. Y ahora, de vuelta, a las andadas, ya estamos bien situados en Alemania, y Turquía y otros lugares esperan. Luego el Dptº de Relaciones Públicas lo que tiene que hacer es conseguir algún triunfo relevante pronto y no darle muchos problemas, pero sobre todo facilitarle que en algunos países lo reciban con la alfombra roja, tal y como ya sucede en otros lugares desde su primera etapa: España, Inglaterra, Francia, etc. El fútbol vuelve a ser lo de menos. En el Real Madrid se trata de que todo vale para la causa, que no es otra que la brillante fugacidad de una presidencia que facilite la mayor gloria de su inquilino.

¿Cantera?, ¿gente del fútbol?, ¿señorío secular?, ¿valores y principios?, ¿historia?, ¿futuro deportivo?,¿Valdanos?, ¿Del Bosques?, ¿Mourinhos?, ¿árbitros?, ¿Federaciones?, ¿UEFA? Pero, de qué me habla usted.

Si hemos encontrado un personaje, D. Xosé, que ha domado a todos, empezando por quienes nos podrían sacar los pañuelos en el Bernabéu y en la prensa, y que dándole lo que quiera nos asegura una temporada más luciendo palmito, pues ¡adelante con los faroles!, que esta procesión se acabará y antes tenemos que hacer los deberes para conseguir nuestros objetivos empresariales. ¿El Madrid? Esto huele a final y hay que darse prisa. Una temporada más así y nos echan a todos. Vamos, vamos, que nos vamos, que diría Camacho. 

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