Zidane se ha reinventado como técnico
pasando el enésimo examen de sus detractores. Y lo ha hecho desconcertando a la
mayoría porque hace mes y medio se daban pocos duros por él e incluso había
relevo en ciernes. No se entendía, y con razones que aquí también compartimos,
que hubiera vuelto al Madrid para seguir dando bola a quienes habían derrochado
mediocridad tras su marcha. Unos futbolistas con más pasado y saciedad que
futuro y ambición. Pero han bastado media docena de partidos buenos para
comprender que el Zidane ejecutivo está de vuelta.
Enfrente, Valverde continúa su marcha medio tristona
enganchado a la “messidependencia” como norma obligada del Barça
“postguardiola”, pero el día que Messi
no brilla la luz azulgrana se apaga porque carece de más argumentos. Es la
grandeza y la miseria de jugar contra natura por disponer del mejor del mundo.
Dualidad que le ha costado al Barça el ocaso en Europa, en contraste con los
éxitos domésticos basados en la regularidad.
En el politizado
derbi del miércoles, también mediatizado por los llantos culés previos, que ya
se vio hasta qué punto influyen; se comprobó la diferencia entre un técnico
necesitado de imaginar y otro con el catón dictado por el mejor del mundo. El
juego desplegado por merengues y blaugranas fue contradictorio con la historia,
y el resultado el equilibrio de sus distintas potencialidades. La solidez
madridista se impuso a la filigrana barcelonesa. Y también demostró sus
debilidades. Apenas tres detalles de Messi no bastaron al Barça para marcar y
el fútbol intenso blanco tampoco fue capaz de ganar el partido. Si los culés
hubieran disfrutado de la mitad de balones que tuvieron los merengues cerca del
área contraria hacen al menos dos goles. Hasta el sábado, el Barça era superior
delante y el Madrid mejor atrás, pero ahora, paradójicamente, lo es también en
el medio.
Casemiro, Valverde, Kroos e Isco dieron un repaso a Rákitic, De Jong y Sergi Roberto,
con las ayudas esporádicas de Griezmann
y el propio Messi en busca de los balones que sus medios y defensas eran
incapaces de servirles, hasta el punto de ningunearles el balón. Ese dominio del
centro del campo durante tres cuartas partes del encuentro fue lo más relevante
porque refleja el estilo descubierto de Zidane y lo que va del ayer al hoy
culé. De su excelso juego de antaño no queda ni la raspa, y menos cuando falta Busquets.
Los blancos
lucieron cabeza, intensidad, colocación, anticipación, velocidad y garra. Una
buena parte es atribuible al excelente planteamiento de Zidane y otra a la
actitud de sus resurgidos futbolistas, con especial mención al emergente “pajarito”
uruguayo; gran acierto también del galo. Por el contrario, el probo técnico
Valverde no se salió de su manido guion ni para los cambios; Semedo fuera, Sergi
al lateral, el gallo Vidal al
centro, Griezmann —el último en llegar— al banquillo y el chaval Ansu al
ruedo.
En resumen,
Zidane imagina y ejecuta, dando una muestra palpable de saber lo que quería con
la vieja guardia y su necesidad de un Pogba,
transmutado en el tan joven como excelente uruguayo que puede convertirle en su
estrella, como ya hizo con Casemiro — ¡qué disparo tiene Valverde como adorno
de su derroche de facultades y fútbol!—; y el otro Valverde ejerce de funcionario
eficiente y, aunque maniatado, también hay que apuntarle el osado invento del
adolescente Ansu entre tanta figura.
Dirección
del juego aparte, debemos felicitarles porque además de inventar futbolistas, quizás
forzados por ausencias, es admirable la dignidad con que visten sus cargos. La
educación, la templanza y la elegancia hacia sus contrarios son patrimonio suyo
y de la grandeza exigible a sus clubes. Como ejemplos recientes, Zidane
enaltece a Guardiola como el mejor,
reconociendo que a él le falta todavía rodaje, y Valverde evidenció que les
beneficiaba descansar un día más.
Y también
debe alegrarnos la pasión liguera porque los dos grandes no se despegan. Además,
a estas alturas, siete u ocho puntos no son definitivos, y tanto el Sevilla
como la Real e incluso el Atlético y el Valencia pueden bullir en la conquista
de la cumbre.
A ver si ese
buen nivel se refrenda también en Europa. El Madrid actual puede eliminar a
cualquiera. El tridente culé es superior a la mayoría. Del Atlético de Simeone puede esperarse todo. Y el
reciente Valencia de Celades es un
tiro.
¡Suerte y
goles!, porque trabajo, fuerza, dirección y calidad sobran.